JÓVENES SIN FECHA DE VENCIMIENTO

Por: Mirna Pérez, Mary Jímenez

Una de las comunas más grandes y populares de Montería es la número 9, más conocida como Mocari, a la que pertenecen los barrios Camilo Torres, Nuevo Bosque, Papayal, El Triunfo, Las Parcelas. Allí nacen historias tan insólitas que por poco se escapan de la realidad, como lo es la historia de ‘El Cuchilla’.
Un hombre que desde muy temprana edad se decidió por el camino que en ese entonces le pareció el más fácil, las pequeñas extorsiones a sus amigos de colegio y la venta de estupefacientes en pequeñas cantidades, a un buen precio, marcaron el destino de este hombre.
Mientras su madre guardaba la esperanza que a través del estudio su hijo sería un hombre de bien y le colaboraría con la crianza y educación de sus demás hermanos, el ir y venir de cada ciudad, la inestabilidad económica de su madre, la entrada a centros de reclusión juvenil, lo convirtieron en uno de los pandilleros más conocidos y recordados por toda la comuna 9. Atrás habían quedado esos años de inocencia.

¿Qué lo llevó a ésto?
¿Qué hace que un niño con buenas calificaciones y excelentes relaciones interpersonales, termine siendo uno de los pandilleros más peligrosos de la comunidad?
Tal vez el factor decisivo fue llegar a su casa y no encontrar un adulto que lo orientara y educara, ya que su madre trabajaba como empleada domestica, y al igual que el 72% de las madres cabeza de familia que laboran fuera de casa, dejaba al cuidado de los hijos mayores los más pequeños, además de otras responsabilidades del hogar.


‘El Cuchilla’ no tuvo niñez como cualquier niño. Vender empanadas, no contar con una supervisión y asumir responsabilidades que no eran propias para su edad, le permitieron conocer todo tipo de personas, entre ellas las que para mal le cambiaron la vida, metiéndolo en el mundo de las drogas.

Las mujeres

Las pandillas ejercen una influencia muy marcada para la mayoría de adolescentes que viven en esta zona. Los jóvenes pandilleros despiertan una atracción especial entre las mujeres del sector, y aunque ellas en su mayoría no se vinculan a estos grupos frecuentemente terminan como Sucy, una joven que a sus 15 años tuvo un bebé de un pandillero, ahora es una más de las madres solteras de nuestro país.
Otra forma de opresión por parte de las pandillas es la intimidación y vulnerabilidad que sienten las mujeres, ante estos jóvenes, el temor por un posible hurto, una violación o hasta un simple piropo que pueda herir la susceptibilidad de la mujer.



Oportunidades

Los adolescentes de esta comunidad cuentan con varias instituciones educativas como Camilo Torres y la Institución Educativa Lorenzo María Lleras (INEM), donde pueden escoger un énfasis de su interés: mecánica, soldadura, entre otros.
También cuentan con grupos de danza y actividades culturales como el Festival del Bollo Dulce al que se están vinculando cada vez más jóvenes.
Los escenarios deportivos son utilizados en campeonatos de fútbol y softbol, que se convierten en una forma de distracción para chicos y grandes.

Lamentablemente, son escasas las oportunidades laborales y cada vez son más niños y desde más temprana edad los que se vinculan a pandillas, o niñas que tienen embarazos no deseados o abortos mal practicados.

Gracias al amor de una mujer y las ganas de superarse el ‘Cuchillas’ pudo salir adelante y hoy es dueño de su propio negocio. Pero como él, en Colombia hay miles de jóvenes que no cuentan con educación, una vivienda digna y una alimentación adecuada, por eso recuren al mundo de las drogas y a la delincuencia generando el incremento de pandillas lo cual forma una sociedad carente de valores y un país más violento.
La solución a esta problemática tal vez involucre múltiples factores. Hay que mejorar nuestro tejido social para hacer de Colombia un mejor país, pero el propósito hay que hacerlo desde tu casa, así que busca tu oportunidad y si no la encuentras créala, para que no se repita las historias de los jóvenes sin fecha de vencimiento, o sea, la historia de nunca acabar.