CIRUGÍAS ESTÉTICAS Y PLÁSTICAS: ¿NECESIDAD, MODA O VANIDAD?

Por: Juan Manuel Banqueth
La posibilidad de una intervención quirúrgica es el sueño de muchos, pero que el resultado sea bueno o no, depende de varios factores.

Muchos seres humanos frente al reto de poner en marcha nuevos proyectos personales, contraer responsabilidades profesionales de mayor importancia o simplemente desarrollar actividades diferentes que signifiquen un cambio físico y por lo tanto un absoluto cambio de vida, instantáneamente piensan en recurrir a la cirugía plástica, la “cirugía soñada”, “la que embellezca”, “la que transforme aquella zona molesta que los hace verse y sentirse desagradables”. Y es que indudablemente, incluso para los más escépticos, este asunto conlleva en la gran mayoría de personas una clara y evidente repercusión psicológica.
Como un boom, describe el especialista Carlos Rojas, el momento que atraviesa la cirugía plástica. Lamentablemente, ese auge ha hecho proliferar aspectos indeseados que tienen que ver con un aprovechamiento descarnado por parte de algunos que con falsas credenciales, juegan con las ilusiones y los cuerpos de personas que buscan reafirmar su confianza física y mental.
Es importante diferenciar entre la cirugía plástica y la estética. Al primer término se le califica como la rama de la cirugía que se ocupa de remodelar cualquier parte del cuerpo humano afectada por una lesión o deformidad; por su parte, la intervención estética, constituye una técnica para corregir imperfecciones o modificar los contornos de cualquier parte de la figura de un individuo.
Las más frecuentes cirugías plásticas son la lipoescultura y los implantes mamarios, en las mujeres, y las operaciones de párpados, papada, nariz y lipoaspiración en los hombres.
Si bien, a juicio del doctor Carlos Rojas, la televisión sirvió para aumentar la demanda de operaciones y por lo tanto, ampliar la clientela, también tuvo influencia en algunos aspectos poco deseados.
Programas de televisión como: Cambio extremo, The Swan, Dr. 90210, han tergiversado el concepto universal de belleza, y muestran a la cirugías plásticas como procedimientos sencillos, con resultados asombrosos.
"No estoy de acuerdo con éstos programas de televisión, porque se ha vulgarizado la cirugía, porque se vende como cualquier otro producto, porque lo que debe prevalecer es la calidad de las operaciones", aseguró. Agregó además que en la televisión "muestran resultados asombrosos que no en todos los casos son posibles y la gente debe estar consciente de eso, y por otro lado, la persona se vuelve más aprensiva porque ven toda esa crudeza en las intervenciones que la hacen desistir muchas veces también de intervenirse".
Por su parte, el cirujano plástico de Montería, doctor Carlos Sebá asegura que para él, una pregunta de rigor y vital importancia es ¿para qué desea operarse?, Sebá asegura que “en la gran mayoría de los casos la respuesta que escuchó pone sobre el tapete conflictos subjetivos que provocan trastornos tales como depresión, ansiedad, angustia y problemas de pareja de toda índole, que van desde comentarios ofensivos de esposos hacia sus esposas por el aspecto físico de ellas, quienes ya entradas en años han sufrido los cambios ineludibles del tiempo”.
La cirugía estética no puede operar el alma, esa es la verdad, existen mujeres hermosas pero infelices, hombres atractivos pero fracasados; entonces, ¿en qué radica nuestra felicidad?, ¿sólo en tener una nariz bella y un cuerpo con medidas simétricas?
Adictas a las cirugías plásticas: buscando la perfección inexistente.
3% de los pacientes que se someten a cirugías plásticas, se convierten en consumidores obsesivos de ella.


Se miran al espejo y no les gusta lo que ven. Que la nariz, el rollito de la cintura, una nueva arruga, en fin, detalles que sólo ellas pueden percibir, a pesar de que nadie más los vea. Entonces su única opción es llamar al cirujano plástico, aquel médico que ya parece de cabecera por la cantidad de veces que han acudido a sus servicios.
Ya no es alarmante escuchar en las noticias o leer en los diarios sobre mujeres que han deformado su cuerpo, producto de múltiples intervenciones con el fin de verse más bellas o para parecerse a su artista favorito, encontrar pareja, trabajo, etc. Este tipo de adicción recibe el nombre de Desorden Dismórfico Corporal, y se caracteriza por una preocupación desmedida por un defecto imaginario de la apariencia física.
Un caso clásico de ésto es el de Cindy Jackson, una mujer que quiso ser la Barbie humana, y para eso se sometió a innumerables cirugías, las que la dejaron con una clara apariencia de la muñeca infantil, pero sin ninguno de sus rasgos originales.

Según una publicación de la revista Elle Magazine “Cindy Jackson es la mujer que más peligrosamente se acercó al ideal estético de la muñeca Barbie y la que más veces pasó por el quirófano con ese fin. Lleva 47 operaciones hechas desde 1988 y el año próximo ingresará al libro de Guiness Records como la mujer más intervenida del mundo”.
Muchos de estos casos se presentan en personajes públicos, de fama mundial. Uno de los representantes indiscutibles es el recién fallecido Michael Jackson, quien por el afán de cambiar su apariencia término deformando su rostro y provocándose múltiples problemas en la piel.
Una de las tantas tristes historias
Como toda operación, las cirugías plásticas o estéticas, conllevan un riesgo que radica en que tu cuerpo no reaccione de manera positiva tras remitir la inflamación producida por la operación realizada, de ser éste el caso, la parte operada puede mal formarse, quedando así peor que la original.
Una historia que me sorprendió fue la de una madre y una hija monterianas, que en esta ocasión les daremos los nombres de Manuela e Isabel, debido a que no quieren ser identificadas.
Su historia hizo noticia hace algunos meses en la ciudad, luego de que se sometieran a unas cirugías para reducir sus abdómenes y que se las practicaron en la ciudad de Cartagena porque como ellas mismas aseguraban “en Montería no hay bueno médicos por eso preferimos irnos a otra ciudad a realizarnos la operación”.
Madre e hija, casi mueren a consecuencia de las graves heridas provocadas por un médico cartagenero. Actualmente en Montería han acudido a la ayuda del cirujano Carlos Sebá, en busca de ayuda médica especializada. Ambas tienen la esperanza de que puedan borrar las secuelas de la errada cirugía.
Seis meses tardo la recuperación de las graves heridas. Ya sus vidas están a salvo, pero las secuelas siguen a la vista. Gruesas y deformes cicatrices cruzan el abdomen de Isabel junto a múltiples estrías que no fueron eliminadas en la cirugía. Éste caso, no es otra cosa que un ejemplo más las tantas cirugías ofrecidas como procedimientos rápidos, transitorios, a veces ambulatorios o lo que se llama cirugía light, señala el doctor Sebá al referirse al caso de estas dos mujeres, y agrega: “yo siempre digo, una cirugía light es un resultado light”.
La situación de Manuela es similar a la de su hija. Su abdomen está irregular y en la zona del ombligo se ve una oscura y gran cicatriz. Ante la posibilidad de reparar en parte el daño el doctor Carlos Seba advierte: “obviamente las expectativas de una cirugía secundaria nunca son como cuando se hace por primera vez. En este caso, el ombligo está extremadamente cerrado, hay un desnivel importante y una cicatriz ancha. Aunque va a mejorar, no será con el grado de perfección de cuando se hace por primera vez”.
El equipo médico intentará reparar las secuelas en Manuela e Isabel con nuevas cirugías, pero sus tejidos internos y externos están muy dañados, por lo que es difícil aventurar un resultado. Para ellas ésta es la única esperanza de empezar a dejar atrás la pesadilla que comenzó el 24 de agosto de 2008.
En mi opinión, las personas que piensan someterse a una cirugía estética, deben ser consciente que los resultados son irreversibles, por eso, antes de realizarlo deben consultar a un médico certificado, para no correr riesgos ni contar con la misma suerte de Manuela e Isabel.
En muchos casos los defectos que las personas se ven son injustificados, y radica principalmente en la inseguridad, la vanidad y la necesidad de llenar con procedimientos estéticos, vacios emocionales que sufren por no encajar en los cánones de belleza preestablecidos por la sociedad occidental.